Esta nota participa a #histoiresexpatriées, un encuentro organizado por el blog l’Occhio di Lucie
La carne a la pizza está en el puesto nº1 de la originalidad argentina. Usar un bife como si fuera masa de pan y ponerle todo los ingredientes de una pizza nunca dejó de sorprenderme…
Cuando conocí el concepto por primera vez, era todavía turista y cenaba en un restaurante de Palermo, pero con el tiempo me dí cuenta que esta costumbre está muy arraigada a la cocina de todos los días, en casa. y se usa en todo tipo de carne: tanto con un matambre, una bondiola, o una milanesa. Derretir queso cremoso en una hamburguesa constituye el súmmun del refinamiento para un argentino, pero no es tan evidente para una francesa. Al queso se lo respeta, se lo venera: se come solo, con un poco de pan. La convivencia franco-argentina me enseñó entonces a hacer algunas concesiones…
Esto no es un mito, acá se idolatra la carne bajo cualquier forma. En mi primera experiencia con el asado argentino tomé consciencia de que sí, en Argentina se come realmente toooodas las partes de este animal. Lo más extraño de todo es que para un Argentino, el pollo o el cerdo no son carne. Cuando se usa la palabra carne se hace referencia únicamente al vacuno, lo que al principio me generaba confusión y creaba malentendidos. Por ejemplo, cuando en una parrilla me preguntaban que quería como «entrada» antes de la carne, y me daban a elegir entre morcilla o achuras (como si los chinchulines no fueran sacados de una animal…)
Claramente en Buenos Aires, la relación con la pizza es una cuestión afectiva, un recuerdo heredado de la nonna. La fugazzeta rellena sin embargo es un invento bien argento que cumple con la ley de la abundancia: una capa de masa, una capa de muzzarella, otra capa de masa rematada con cebolla y muzzarella. En algunas pizzerías le ponen también ricotta y perejil. Es un gozo inimaginable para cualquier porteño ver el queso derretirse por el plato cuando se sirve una porción. Sus ojos se iluminan sólo al mencionarlo. Tengo que confesar que también caí ante la fugazzeta, y si bien no me parece un plato especialmente refinado (en este sentido para mí la reina es su hermana italiana) y no llego a tanto nivel de éxtasis, en cualquier pizzería que vaya, no dejo de probar la de la casa.
Habrá excepciones pero por lo general el pescado está ausente de la cocina argentina. En realidad me dí cuenta que se come pescado sólo cuando no se puede comer carne, como por ejemplo en Semana Santa. El domingo de Resurección es el único día en que mi suegra prepara una paella. No sé si será lo mismo en todas las casas, pero la suya tiene una característica muy marcada: la proporción de marisco siempre es más importante que la del arroz. En invierno, el pescado vuelve tímidamente a la mesa de los domingos… Una vez al año, ella hace una bagna cauda, receta heredada de su familia, de origen piamontés. Se trata de una salsa con anchoas y crema de leche que se come con todo tipo de verduras… y con carne. A mí me encanta!
Siempre me sorprendió que haya un menú especial para los días patrios. El 14 de julio, fiesta nacional francesa, cae en pleno verano y la tradición implica fiesta con fuegos artificiales pero ninguna comida en particular. Pero claro acá en pleno invierno el guiso es lo mejor que podés compartir un 25 de mayo o un 9 de julio. Los ingredientes del locro obviamente cumplen con los requisitos de abundancia, más en estas fechas tan especiales. Una base con choclo, porotos y zapallo, y varios tipos de carne: ternera y cerdo (ah no, perdón, el cerdo no cuenta, no es carne… jeje), chorizo, tripas, mondongo …
Los pastelitos, rellenos de membrillo y batata me encantan! El membrillo no es nada nuevo para mí, pero la batata sí que es un ingrediente exótico, que no conocía antes, y menos para un postre…
Las empanadas ya forman parte de mi vida, hasta tal punto que iba a olvidarme de clasificarlas como «rareza». Sin embargo, en mis primeros meses en Buenos Aires sí que eran algo extraño. Ya conocía el concepto en sí, preparaba algo parecido con mi abuela, pero era más que nada una especialidad suya, nada común en Francia. Lo que más me llama la atención es el lugar privilegiado que tienen en el día a día y como su consumo es muy parecido a la pizza. No es un mero plato folclórico. Para un almuerzo rápido o para compartir, las empanadas siempre te sacan de apuro. Y lo que más me enamoró es el repulgue diferente para poder diferenciar los sabores, que sería una especie de código secreto.
Cuando lo conocí, el dulce de leche me encantó. Pero rápidamente entendí que es una especie de obsesión nacional. No se puede escapar de él: imposible encontrar un solo postre o una golosina sin dulce de leche, incluso si ésta ya tiene chocolate (lo que, en mi opinión, ya más que suficiente.) Ingrediente esencial de los alfajores y de LA torta de cumpleaños, la chocotorta, se le añade sin moderación a cualquier comida dulce. Su uso cumple perfectamente con los criterios y requisitos de la ley de la abundancia. Con las famosas crêpes francesas es una delicia: la alianza gastronómica franco-argentina perfecta.
Esta nota participó a #histoireexpatriées un encuentro de blogueros franceses por el mundo creado por el blog L’occhio de Lucie.
Photos: A. Labadie, Amigos en la cocina, Chris Ford
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