En Buenos Aires, encontrar yogur natural sin azúcar es épico. Pide mucha paciencia, perseverancia y astucia. Y resulta muy dificil de entenderlo cuando creciste en un país donde existe una infinidad de variaciones: sin o con azucar, griego, búlgaro…
Para mí, hasta ahora, hasta mi propia producción, un desayuno con yogur tomaba aires de gran lujo. Incluso, como Robinson en su isla desierta, llegaba a fraccionarlo: dos cucharadas, nada más, para acompañar la granola de la mañana. Así el mismo pote aguantaba unos dos o tres días… No es que sea inexistente sino dificil de encontrar. Hay que ir en una tienda especializada, una dietética, para encontrarlo. Eso sí, en un lindo envase de vidrio, con tapita de plástico. Una sola marca lo produce, se vende por unidad y un solo yogur de éstos cuesta lo mismo de un litro de leche. Hoy día me felicito de estas compras, hechas esporádicamente, porque tengo una bonita colección de frasquitos para mi propia producción.
Para mí, hasta ahora, hasta mi propia producción, un desayuno con yogur tomaba aires de gran lujo.
Otras veces un desayuno con yogur era el resultado de grandes aventuras, mucha espera y mucho caminar. Una sola marca, en una sola cadena de supermercado, la más concurrida, y por lo tanto una cola interminable en la caja. Después de tanto recorrer, me dí cuenta que no se encontraba en todas las tiendas de la cadena, sólo en la de la vuelta de mi casa. Así que salir a comprar yogur no era una decisión tomada a la ligera, sino una verdadera excursión planificada, como un plan de guerra. ¿Cómo llegué a encontrar éste en particular en el supermercado? No lo sé. Varios intentos, y una buena dosis de terquedad fueron necesarias. Estaba en el fondo de una góndola refrigerada, entre sachet de leche y sachet de yogur: un pote de plástico, azul y blanco. Mitad de precio que el de la dietética. » Yogur para cocinar » decía la etiqueta. Claro, acá esto sólo puede servir como ingrediente, quién lo va comer así, blanco sin azúcar? Seguramente la cajera se preguntaba cuál era esta extraordinaria receta que yo preparaba cuando que veía pasar cada semana cuatro o cinco potes en la cinta.
Inmediatamente corrió la voz entre los franceses de mi entorno: Aude encontró. .¿Donde? ¿Cuánto? ¿Los probaste? Y, como era de imaginar, un día, dejaron de abastecer el local. Parece que no tuvo repercusiones entre los consumidores, nadie se habrá quejado. Tal vez lo dejaron de fabricar… Fue en este momento que decidí actuar. No puede ser, voy a comprar una yogurtera. ¿ Pero donde acá? Si este país no le hace caso al yogur. El argentino que comparte mi vida me mira con pena, pobre, está sufriendo. Pero tal vez se puede hacer sin el aparato, a ver dejame mirar, buscar en internet.
Unas horas después, acá estoy, en mi cocina, contemplando el resultado, sin aparatos ni electrodoméstico, mirando maravillada este frasco como a un bebé recién nacido. Y reflexionando, creo que Argentina me ayuda a simplificar.
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