Tocaron otra vez el timbre de la puerta. Los invitados ya están llegando. Fran, mi único contacto en Buenos Aires celebra su cumpleaños en su casa. Llegué primera – sobre las 20h, o sea muy temprano para los parámetros porteños – así que ayudé con los últimos preparativos. Me iniciaron al arte del postre con dulce de leche y conocí la chocotorta, LA torta de cumpleaños argentino. Ahora los recién llegados empezan a amontonarse en la cocina. No conozco a nadie. Quiero mostrarme educada y elijo ser discreta: me siento en un rincón de la pieza, un poco incómoda. Los demás en cambio no parecen molestos, de hecho me saludaron con entusiasmo. Con un solo beso y un brazo sobre el hombro.
Una persona más aparece en el umbral de la puerta y me veo obligada a levantarme de la silla. » Holaaa! ¿cómo andáaas? » En un segundo, no sé cómo, pero estoy entre los brazos de este chico que además me da un beso en la mejilla. Cuando me suelta estoy un poco aturdida. Bajo la mirada, esperando un piropo o algo así. En lugar de eso, me sonríe naturalmente, se presenta – » fulanito, encantado » – y se acerca a mi vecino para saludarlo de la misma manera. Cerca de la medianoche, la casa está repleta de gente. La cocina y el salón están tan llenos que algunos, a pesar del invierno, ya se instalaron en el patio.
No lo puedo creer: abrazé la mayoría de esta gente. Decidí relajarme y me dejé llevar por estas demostraciones de afecto, con la sensación de entregar un poco de mi misma en cada saludo. Mientras voy entablando conversación con una pareja, me interrumpe un último invitado, recién llegado, y él también me lleva de un gesto firme entre sus brazos. Hace lo mismo con mis interlocutores. No importa si no sabe bien quienes somos, somos parte del grupo de amigos, somos como de la familia. Descubro en esta forma directa de conectarse con los demás algo profundamente perturbador. Me abro a una aspecto inexplorado de las relaciones humanas, lejos de la estructura con la que crecí.
Decidí relajarme y me dejé llevar por estas demostraciones de afecto, con la sensación de entregar un poco de mi misma en cada saludo.
Desde entonces me dedico con gusto al abrazo, ignorando los buenos modales franceses. Ahora doy un beso en situaciones inimaginables antes: a mi médico, mis profesores de la facultad o mi superior en una entrevista de trabajo. Me acuerdo del largo abrazo – real, sentido – entre mi compañera de oficina y nuestro jefe a la vuelta de sus vacaciones. Unas edades muy cercanas y diez años de colaboración profesional explican esta cordialidad, sin que haya ninguna ambigüidad. También tuve que acostumbrarme a ver a mi novio saludar así a otras mujeres y dar beso a varones incluso desconocidos.
Después de años de práctica llegué a distinguir varios tipos de abrazos:
Dado por los que privilegian el beso único y dejan a penas una mano en el hombro. Es el más común con la gente desconocida, o en reuniones con muchas personas, donde uno está apurado.
Dado por los que te agarran con firmeza y después de un beso rápido te dan un apretón más fuerte contra el pecho. En general se trata de gente más cercana. Que sea una persona del sexo opuesto no supone ninguna ambigüedad. Puede estar acompañado con un comentario tipo Cómo andás flaquita?
Una regla no escrita del abrazo: cuánto más t es más largo a la medida del tiempo pasado sin verse. En general el abrazo largo tambien es un abrazo sentido, y se puede prácticar con ojos cerrados.
Se trata de un abrazo largo sin lugar a dudas, al que se añade unos balanceos de un lado a otro. Muy común entre las mujeres y observado muchas veces para despedidas o reencuentros por ejemplo.
El mismo que el anterior pero con unos pequeños saltitos para celebrar un gran momento de entusiasmo. Un gol de la selección argentina o la victoria de su equipo es un contexto ideal para prácticarlo.
Acostumbrada a tanta informalidad incluso con desconocidos, cuando vuelvo a Francia me transformo en una «abrazadora» serial.
Acostumbrada a tanta informalidad incluso con desconocidos, cuando vuelvo a Francia me transformo en una «abrazadora» serial. En mi pueblo deben pensar que estoy loca: hablo alto y doy muestras de entusiasmo de forma muy exagerada. Una vez, mi vecina de toda la vida se encontró en mis brazos sin haber pedido nada -yo le digo de usted y habrá entrado a penas una vez o dos en casa de mis padres- . También la chica de la verdulería – que me regalaba pasas de uvas cuando tenía 4 años – recibió un beso sin que se lo esperara. Las dos se sorprendieron pero más que enojo creo que este pequeño desborde de alegría les causó ternura. Mi mamá dice que perdí todos mis buenos modales así que intento controlarme para no avergonzarla…
Actualmente trabajo de guía de turismo en Buenos Aires. Mientras espero clientes en la terminal de llegadas internacionales soy testigo de los encuentros de familias y amigos después de un largo viaje. En general el abrazo es protagonista. No puedo evitar sonreir, emocionada por esta facilidad relacional de la gente acá, lo que para mí es el simbolo mismo de la vida en Argentina.
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