Existe en los confines de América austral, una tierra árida, fría, de vegetación escasa. Ésa es la estepa de la Patagonia.
Viento, hielo, nieve.
Allí vivieron los antiguos tehuelches, pueblo de la tierra estéril*. Los guanacos eran sus bienes más preciados y toda la tribu los iba siguiendo a los largos de los meses.
Ariskáiken, tiempo de los guanaquitos, primavera en su lengua nativa.
Según cuentan las leyendas, el pueblo tehuelche fue creado al mismo tiempo que los guanacos. En las edades míticas de la Patagonia.
En aquellos primeros tiempos, llegó el héroe Elal hasta el cerro Chaltén, montado en un cisne y acompañado por todos los animales para escapar del temible gigante Nóshtex. Bajando del cerro, Elal inventó el fuego y alejó el frío y la nieve, y con él se extendió la vida por la llanura. Moldeando barro entre sus manos, creó el primer hombre y la primera mujer del pueblo tehuelche, al que dió el nombre de Chonek.
Chonek. Pueblo de cazadores. Horas esperando, acechando a su presa.
Relincho del guanaco macho en la loma. Ya avistó a los humanos. La tropilla se dispersa, los chulengos corren al lado de su madre. Esta vez no habrá cuero para hacer quillangos* con su piel tan finita.
El disfraz en plumas de choique que suelen usar esta vez no funcionó. El choique puede ser traicionero. El no ayudó a Elal a emprender aquel largo viaje, por eso hoy no puede volar. Fue su castigo, por no haber usado sus alas cuando lo tenía que hacer para salvar al niño sagrado.
También el choique peleó con la mara por la duración del invierno. El quería que durara 12 meses. Hay que agradecerle a la mara, ella, al correr más rápido, llegó primera para pedirle a Elal: » ¡ tres lunas! » y es así que a lo largo del año, también tenemos verano.
Los cazadores se acercan a la laguna. Si hay cisnes y flamencos, no se cazarán los patos y cauquenes. En presencia de las aves sagradas, eso trae mala suerte.
Siglos y siglos pasaron…
Como Elal, otros forasteros llegaron desde el este. Estos extranjeros, impresionados por su gran estatura llamaron a los tehuelches «Patagones» porque les recordaba a un personaje de una novela famosa que llevaba este nombre.
Los extranjeros también llegaron con animales, con otros animales. Y con ellos se extendió la desolación por la estepa. Las ovejas, por sus millones y millones de pisadas lo arrasaron todo y se volvieron yermas las mismas tierras que en otros tiempos se hicieron fértiles bajo el paso del héroe de los tehuelches.
Se rompió la frágil armonía que unían los hombres con la naturaleza.
La fina capa fértil del suelo patagónico va desapareciendo cada vez más.
Chonek tehuelche aonikenk tantos nombres por un pueblo que ahora está vencido por la tristeza*. Pero el recuerdo de los Patagones queda para siempre vivo en el nombre de la misteriosa Patagonia.
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Escribí este texto como trabajo final de la materia » Fauna y Flora de argentina» en la carrera de Guía intérprete Naturalista de la fundación Aves Argentina. La consigna era hacer presentar de forma original una ecoregión, con sus especies más emblemáticas, su relación tradicional con el ser humano y las amenazas que hoy sufre el ambiente. El texto fue parte de un trabajo grupal; para la presentación final, fue leído con una ambientación sonora hecha por Delinda Ravone y una producción gráfica de Paulina Toro.
*Tehuelche: significa «gente brava» en el idioma del pueblo Mapuche, nativo de la Cordillera de los Andes. Los tehuelches no se denominaban ellos mismos así.
*Quillango : manta tradicional hecha con varias pieles de chulengos, cría del guanaco.
*Al contrario de lo que se suele escuchar, hoy en día, existen descendientes de los tehuelches y están emprendiendo un lento y doloroso proceso de recuperación de su identidad.
Niño tehuelche con un guanaco- Foto: Archivo Fotográfico del Museo Chileno de Arte Precolombino
Guanaco y su cría – Foto: pinterest.cl
Choique (Rhea Pennata) – Foto: Pablo Andrés Cáceres Contreras – Ebirds.com
Mara (Dolichotis patagonum) – Foto: The Other Kev – Pixabay.com
Ganado ovino cerca del Cerro Chalten – Foto: Turismo Argentina
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