Estaba instalada bajo la mesa, acurucada en una silla para mi siesta de la mañana cuando oí un grito. Putain c’est pas possible! Abrí un ojo. Era ella, agachada cerca de la basura. La veía agitarse, inclinada hacia el suelo. Decidí ir a ver lo que ocurría. Me levanté lentamente, me estiré la espalda. Luego bostecé un par de veces y me puse en camino en dirección de la cocina.
La francesa había vaciado el mate por primera vez. La yerba había sido proyectada en toda la cocina cuando quiso quitarle la famosa bombilla. Pobrecita, estaba consternada. Quise animarla un poco, me acerqué maullando despacito. Bueno bueno no pasa nada, hay muchas cosas que tenés que aprender de la vida de acá. El mate no es tan facil de armar y tampoco de vaciar, pero lo vas a aprender. No parecía escucharme, me froté contra su pierna y maullé más alto para que entiendiera. No le gustó. Me fijó con la mirada vacía, un poco irritada. Y como insistía, me regañó: Salí, allez allez, dejame limpiar. Ofendida, me fuí a terminar la siesta en el sillón.
A la noche, otra vez, gritos desde la cocina. Era la voz de él esta vez. Aude ¿qué pasó acá? ¿Porqué encuentro yerba debajo de la heladera? Corrí a ver que pasaba, no me quería perder nada, lo observaba todo desde el umbral de la puerta. El se había agachado para agarrar la esponja que se había caido y descubrió los restos del desastre. Y mirá, mirááá boluda no te la puedo creer ¡hay también cerca del horno! Cómo llegó hasta acá? Si elle pensaba que su experiencia de la mañana pasaría desapercibida, se equivocaba. A pesar de la media hora de limpieza frenética, algunos lugares insólitos todavía llevaba las huellas de su torpeza. Debajo la heladera y el horno, del otro lado de la cocina. Él no la podía creer. Le había enseñado a armar un mate ahora le tocaba explicar como vacíarlo. Basta con un movimiento delicado de la muñeca para tirar todo el contenido en la basura. Después de varias semanas, con paciencia y concentración ella terminó por conseguirlo.
La francesa había vaciado el mate por primera vez. Basta con un movimiento delicado de la muñeca para tirarlo todo en la basura.
Fuí siguiendo la iniciación de la francesa. Ahora suele tomar bastante mate. Tiene su proprio mate y su bombilla, la acompaña cuando se instala para escribir en la computadora. En un principio, me causaba gracia, lo trataba con mucho respeto. Él dejaba el mate lleno con el termo cerca de la pileta de la cocina y cuando ella lo encontraba no sabía que hacer. Parecía impresionada por este ícono de la vida argentina. Con la técnica de la muñeca bien entrenada, lo agarraba con entusiasmo y se disponia a tirarlo. Pero de repente se arrepentía, se lo pensaba mejor, y lo dejaba en la mesa. Qué pensaba, ¿qué iba a cometer un sacrilegio? Muchas veces, esta misma escena se repitió. El mate lleno, solo, abandonado en la cocina, al lado del termo medio vacío. Lo miraba con indecisión. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? ¿Tirarlo? ¿dejarlo? Tal vez se imaginaba que era para ella, que se lo había dejado para que tome ella. Tal vez era un ritual del mundo matero que desconocía.
Ella tiene su proprio mate y su bombilla, la acompaña cuando se instala para escribir en la computadora.
Cuando se lo preguntó, no le contestó muy claro. Lo dejaba para tomar más tarde, eso es lo único que entendió. Simplemente deja el mate, por las dudas, para tirarlo después. Es una costumbre, una cosa que hacen algunas personas acá. No sé si ella lo entendió todo pero ahora lo que sí le quedó claro es que en general no hay segunda ronda de mate. Desde entonces cuando ve el mate lleno en la cocina, se pone pesada, todavía no me explico porqué. El mate lleno otra vez. Empieza a rezongar, no entiende… A mi me parece que no da para tanto escándalo. Pero es más fuerte que ella: se transforma en una verdadera bruja.
Seguí la iniciación de la francesa desde el principio. Me da miedo, ahora temo que el mate tenga efectos secundarios sobre ella.
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